
“Si me muero, muero feliz, tal como quiero y así se lo he pedido a Dios”: hermana Inés Arango
La beatificación de la hermana Inés Arango sin duda llena de felicidad a la comunidad católica de Medellín, pero hay una persona que siente este anuncio como propio. Se trata de la hermana Laura de la Cruz, quien vivió los últimos 10 años de vida de la hermana Inés en Ecuador.
La hermana cuenta que cuando ella llegó a la misión en Coca, la religiosa Arango era su superiora y siempre le enseñó el amor por el servicio y las comunidades pobres. Ella recuerda que en medio de las carencias y el servicio, les tocó aprender cualquier ofició, hasta un día le tocó ser asistente de un médico en una cirugía.
Laura de la Cruz explica que la hermana Inés nunca tuvo miedo a la muerte y celebró el primer acercamiento a esta tribu indígena, ubicada en la selva de Ecuador.
Además, relató que dos días antes de su muerte, se encontraron en Coca y le contó a la hermana Laura que trataría de mediar entre los caciques indígenas y las empresas petroleras, en medio de la conversación Laura le preguntó qué si no le daba miedo que la matarán y ella le respondió que, si lo hacían, moriría feliz.
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"Acompáñame hacer unas compritas y compró unas cositas que para llevar allá. Yo le decía, Inés no te da miedo y me dijo, mira te digo con toda mi sinceridad, se paró, me miró y me dijo, estoy tan feliz y me voy, si muero, muero feliz, como yo quiere y se lo he pedido a Dios", dijo la hermana.
Además, explicó que el día que recibió la noticia, ella salió a comprar unas cosas y sintió en dos oportunidades que alguien le tocaba su espalda, al mirar no había nadie y regresó al convento pensando que se trataba de una señal que la iban a robar, pero al llegar a su lugar de vivienda se encontró con muchos periodistas y una de sus compañeras al verla le dijo que los habían matado.
"Cuando nosotros llegamos a Coca ya los habían traído y estaban picaditos, picaditos, picaditos todos y les salían de esas heridas los gusanos. Entonces yo me fui a ver a monseñor. A Inés le metieron una estaca por el rosto, le sacaron pedazos del corazón y todo. Entonces yo me puse a sacarle los gusanos a monseñor y me dice el médico, hermanita esos tienen tantos que ellos se mueren con el formón", contó la hermana Laura.
Al hoy recordar esta historia y el momento triste cuando vio los cuerpos sin vida, la hermana Laura de La Cruz dice que el decreto firmado por el papa León XIV es una forma de recompensa para la hermana Inés, pues ella entregó su vida por el servirle a Dios.
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La hermana Laura de la Cruz, hoy con 97 años de edad, todavía con vitalidad, camina sola y habla coherentemente, dice que nunca esperaba estar con una agenda tan movida para estar contando la historia de la hermana Inés y no pensó que alcanzaría a recibir esta noticia. Manifestó también que su buen estado de salud, la fuerza, fortaleza, amor y entrega, solo vienen de Dios.