
El balón que salvó una vida: La Lucha de Willington Cano, el exfutbolista que usa el deporte para rescatar la juventud en la Comuna 13
Desde la Comuna 13 de Medellín, específicamente en el barrio San Javier El Salado, emerge una historia de resiliencia, pasión y un compromiso inquebrantable con la juventud. Es la historia de Willington Cano, un hombre para quien el fútbol no fue solo un juego, sino un auténtico salvavidas en medio de la violencia que azotó su barrio.
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Para el "Profe", la cancha fue su primer refugio, donde un balón salvó su vida de las problemáticas de la época. A la temprana edad de seis años, Willington prefería escaparse del jardín de infancia para ir tras la pelota. En ese campo desolado y sin apoyo institucional de los complejos años 90, el fútbol le forjó valores, le abrió puertas y le permitió soñar.
Su talento lo llevó a debutar en el fútbol profesional colombiano con el Deportivo Independiente Medellín (DIM) a los once años, donde jugó durante ocho, guiado por su gran maestro, el director técnico Víctor Luna.
Luego, defendió los colores de Atlético Nacional y tuvo una experiencia internacional en Costa Rica, antes de volver a la Primera B con Atlético Bello. Un volante 5 con mucha calidad, muy técnico y un líder innato dentro del campo.
A pesar de su éxito deportivo; nunca olvidó de dónde venía. Tras vivir la crudeza de los años 90 hasta el 2002, cuando las milicias populares se asentaron y la inversión social era nula, vio una necesidad latente y desgarradora. La cancha estaba desolada, y el futuro de los niños y jóvenes era incierto.
En 2008, la gloria de su carrera profesional se transformó en un propósito aún mayor; la fundación Club Deportivo Semillas de Vida y Paz. Willington, armado con su experiencia y su amor por el deporte, decidió que la cancha debía ser, para otros, el mismo oasis de esperanza que fue para él. Su objetivo era utilizar el fútbol como una herramienta de formación social, alejando a los jóvenes de las garras de la violencia.
La gestión de la fundación ha sido un camino de casi dos décadas marcado por un dolor profundo. Willington y su escuela han pagado un precio altísimo en la guerra del barrio: nueve niños de su escuela fueron asesinados antes de cumplir los 18 años. Cada pérdida fue un golpe brutal.
Pero el dolor no terminó ahí. Hace doce años, un hecho horrendo sacudió los cimientos de la escuela. Un árbitro de confianza se aprovechó de la extrema vulnerabilidad de 15 niños, atrayéndolos con promesas de alimentos que sus familias no podían darles—carne, algo inusual para quienes "estaban acostumbrados a comer todos los días arroz con huevo"—y refrigerios escolares.
Con el liderazgo y el valor que lo caracterizan, el Profe Cano no dudó: denunció al agresor y luchó hasta ponerlo tras las rejas, demostrando que la protección de sus "semillas" es su prioridad absoluta, incluso cuando el infierno viene de adentro.
Más recientemente, hace dos años, la tragedia volvió a tocar la escuela con el asesinato de Alexis Gómez, una joven promesa en el arco, un dolor que el líder y la fundación llevan como una herida abierta.
A pesar de las dificultades y las cicatrices, la visión de Willington continúa. Más de 3,500 niños y jóvenes se han formado en la escuela desde sus inicios. Actualmente, la fundación atiende a 245 niños, niñas y jóvenes de 5 a 25 años, con procesos futbolísticos y una gran proyección.
El impacto de su labor ha trascendido fronteras. Múltiples "Ángeles de Estados Unidos" se han enamorado del proyecto, donando implementos. Además, la Fundación Con Cora, de la reconocida cantante Karol G, se unió hace dos años, aportando indumentaria y fortaleciendo una rama esencial: el fútbol femenino.
Hoy, el Profe Cano y su fundación se encuentran inmersos en una Gran Donatón de Guayos, haciendo un llamado a la solidaridad para que estos jóvenes, que no tienen los elementos adecuados, puedan seguir entrenando y persiguiendo el sueño que a Willington le salvó la vida.
su historia se inscribe no solo en la historia del fútbol colombiano, sino en el corazón de la Comuna 13, recordándonos que el verdadero triunfo no está en debutar en la cancha profesional, sino en asegurar que la próxima generación tenga un futuro donde, al fin, solo se juegue a la vida.