33 años de luto e impunidad: La herida de la masacre de Villatina sigue abierta en Medellín
El calendario se detiene hoy, 15 de noviembre, para revivir la herida que hace 33 años destrozó al barrio Villatina. Aquella noche de 1992, la inocencia fue acallada a tiros, y el fútbol, el juego y las risas de nueve jóvenes y niños se transformaron en el silencio más helado de la historia de Medellín. No podemos, no debemos, olvidar a nuestras víctimas.
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El reloj marcaba las 8:30 p.m. cuando, tras asistir al oficio religioso, los jóvenes se reunieron cerca de la iglesia. De repente, una docena de hombres —agentes, que al parecer eran miembros del F2, una antigua policía secreta; a bordo de vehículos sin placas y con armas largas, los obligaron a tirarse al suelo, en una esquina escasamente a una cuadra del templo.
Abrieron fuego y asesinaron a nueve personas: la niña Johanna Mazo Ramírez, de 8 años, y a los jóvenes Giovanny Alberto Vallejo Restrepo (15), Ángel Alberto Barón Miranda (16), Johnny Alexander Cardona Ramírez (17), Ricardo Alexander Hernández (17), Oscar Andrés Ortiz Toro (17), Marlon Alberto Álvarez (17), Nelson Duban Flórez Villa (17), y el joven Mauricio Antonio Higuita Ramírez (22).
El pequeño Wilton Marulanda sobrevivió al impacto físico, protegido por los cuerpos de sus amigos, pero murió dos años después, víctima del dolor que le partió el corazón.
Tuvieron que pasar años de lucha incansable de las madres para que el Estado reconociera el crimen. En 1998, el entonces presidente Ernesto Samper reconoció la responsabilidad estatal ante la CIDH y pidió perdón a las madres en la Casa de Nariño.
Pero el perdón, como muchos gestos, ha resultado ser de papel. El 13 de julio de 2004 se entregó el monumento "Los niños de Villatina" en el Parque del Periodista. El estado de la escultura les causa un dolor mayor a las madres de las víctimas: el monumento luce los estragos de la intemperie, ha sido vandalizado, le han robado las placas y hoy es un "asiento" para el consumo de sustancias.
"Por lo menos, despierta la curiosidad de los ciudadanos y no deja que la historia quede en el olvido", se consuela Marta, madre de una de las víctimas, quien mantiene viva la llama del recuerdo.
Mantener vivo el recuerdo por 33 años es una tarea sobrehumana. Para Marta y muchos seres queridos, la indignación ha mutado el dolor. Pese a que el Estado aceptó la responsabilidad, indemnizó a las familias, construyó un colegio y un centro de salud, la herida que más duele permanece abierta: no hay una sola condena por las muertes que marcaron a Villatina.